NÚMERO 411 ( 7- 2020 (VIERNES)
FUNDADO EN AGOSTO 12/2012.
Director
Bernardo A. Rendon Restrepo
Asesor en Propiedad Horizontal
Periodista: TP. # 11.119, Resolución
3647- Febrero 3 1992
Emanada del Ministerio de Educacion Nacional
Bogotá D.E
Asesor en Propiedad Horizontal
Periodista: TP. # 11.119, Resolución
3647- Febrero 3 1992
Emanada del Ministerio de Educacion Nacional
Bogotá D.E
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero
LA MEJOR FORMA PARA FASTIDIAR A TUS ENEMIGOS
Tienes enemigos y quieres que paguen por todo
el mal que te han hecho? Tengo un plan para que puedas fastidiarles la vida.
Ha llegado el momento de la revancha. Todo el
mal que te hayan en hecho en tu vida, lo vas a devolver multiplicado por 100.
Ha llegado el día donde tus enemigos van arrepentirse de haber cruzado su
camino con el tuyo. Espérate un momento. No sigas, párate ahí.
Tengo una regla en mi vida. No tengo que ser amigo de todo el mundo
pero tampoco busco tener enemigos. He aprendido mis lecciones y no tengo necesidad de perder mi tiempo con
batallas donde no hay ganadores.
Cuando más
trabajas y más cosas haces, más probabilidad tienes de que habrá personas que
se molesten por ello. Da igual si tienes éxito o no, si te lo mereces o has tenido suerte. En
ocasiones no es racional. Les molesta tu cara, tu voz, tu forma de vestir, gestos
o cualquier otra chorrada. Algunos hablarán detrás de tu espalda, otros te
pondrán a parir por redes sociales y los más respetables te lo dirán a la cara.
¿Qué haces en este momento?
Te lo diré. No
vas a perder ni un solo segundo en convencerles de que tú eres mejor de lo que
piensan. No vas a gastar ni una sola caloría para trabajar en planes que tienen
como objetivo hundirles. No te esforzarás ni un breve instante en encontrar
ropa sucia que hundirá la reputación de tus adversarios. No harás nada de todo
esto.
Te digo lo que harás. Seguirás trabajando como un obsesionado para realizar
tus sueños. Invertirás 10, 12, 14 o 16 horas al día si es necesario durante 5-7
días cada semana para estar más cerca de tu meta. Utilizarás toda esa energía
para empujar del carro, para hacer cosas grandes, para marcar la diferencia en
los que te rodean y dejar huella en los que te llegan a conocer. Harás todo eso
con una dulce sonrisa en tu cara porque sabes que tu éxito será su fracaso y
que no hay nadie excepto tú mismo
que lo podrá cambiar.
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DESARMA
A TU ENEMIGO: 5 PASOS PARA TRANSFORMAR A PERSONAS CONFLICTIVAS
¿Te gustaría ver como de pronto cambia
esa persona que te hace la vida imposible? Si ya no aguantas a tu vecino,
compañero de trabajo, familiar, tu pareja, tu hijo o a quien
sea, es que quizá necesitas empezar a emplear una estrategia diferente en tus
relaciones. A decir verdad, y siendo honestos, si
definimos la palabra enemigo diríamos que es alguien que no es tu amigo o tu
compañero, es decir, alguien en quien no puedes confiar, compartir lo que te
gusta y que te puede hacer la vida no grata, difícil y hasta conflictiva, así
que cualquier persona a nuestro alrededor podría ser nuestro enemigo, lo cual
no suena tan lindo, sobre todo cuando se trata de personas con las que
convivimos diariamente o resultan ser parte de nuestra familia.
TRANSFORMANDO A TU ENEMIGO
por otro
lado estamos admitiendo que …¡somos víctimas del otro! Y entre más juguemos el papel de víctima, mas
alimentamos a nuestros enemigos. Así que tendríamos que empezar a observar
cuanto poder le hemos dado a nuestro enemigo admitiendo que el tiene el poder
sobre nosotros.
Tu tienes el poder de tu
realidad
Nosotros somos responsables de nuestras alegrías, tristezas, enojos, miedos, etc. En realidad, las
otras personas no pueden hacernos sentir ni mal ni bien: uno ya se siente mal,
inseguro, intolerante, etc., y entonces lo único que puede hacer el otro es
movernos nuestras inseguridades o nuestra falta de amor o aprecio por lo que
somos.
El poder
de tu enemigo
Un enemigo tiene poder en nosotros sólo cuando lo consideramos responsable
de nuestra alegría o de nuestra paz. Si tú admites que el otro es responsable
de tu alergia y tu paz, y que puede quitarte esto con una mirada, una palabra o
una acción, entonces tu mismo le das fuerza. Así que lo primero que debes
entender es que tu felicidad y
paz dependen de ti, de cuanto te conozcas y hayas aprendido a
quererte, respetarte, amarte, etc.
5 pasos
para desarmar poco a poco a tu enemigo
1.
No contestes la agresión: si cada vez que alguien
te hace un agravio, te ve o te contesta “mal”, etc., tu contestas, entonces lo
único que provocas es alimentar el juego. Si en un juego de futbol tu no
respondes la “pelota”, el juego no tiene sentido y el otro tendrá que dejar de
jugar. Así pues, no respondas. No creas que por esto el otro pensara que
eres débil o que “te dejas”. A decir verdad, nos tiene que dejar de importar lo
que el otro piense, lo que importa es lo que tu deseas lograr en tu vida, y si
quieres una vida más en paz y grandiosa, tendrás que dejar de jugar juegos
pobres que no tienen sentido y no te llevan a ninguna parte.
2.
Si te sientes muy enfadado por lo que alguien te hace, dice o piensa de ti,
se vale enojarte. Es importante que no evadas lo que sientes y que reconozcas tus emociones mas sinceras. Así que, aunque no le
contestes, permítete sentir ira o furia, si guardas estos sentimientos o los
niegas o controlas o finges que “no te importa” o “No vale la pena”, no estarás
retroalimentándote y llegara un momento en que se llene el vaso de tu paciencia
y te desesperes o saques de quicio con alguna leve provocación. Desahoga estos
sentimientos en tu cuarto o en algún lado donde puedas expresarte a solas.
3.
Aprende a dirigir tu atención
a las cosas que si quieres, recordando que nadie realmente puede hacerte
feliz sino tu mismo, y que si no te empeñas en poner atención a lo que te hace
feliz y a tener fuerte voluntad por manifestar tus sueños, entonces siempre
habrá quien te mueva el tapete con juegos pobres y tengas que invertir tu
energía en crear problemas sin sentido.
4.
Una de las formas más eficaces para romper
el juego del “enemigo” es que lo veas como alguien que te quiere enseñar
algo de ti en lugar de verlo como alguien que te trata mal. Si cuando te hace o
dice algo, tu te observas a ti mismo, entonces podrás reconocer si lo que dice
es cierto o no, y a partir de ahí aprender a observarte. Por ejemplo, si te dice
tu oponente que eres un “imbécil”, entonces obsérvate y ve si en verdad eres lo
que se te dice. Si sientes que has cometido un error o que actuaste de forma
impulsiva o agresiva, entonces quizá puedas poco a poco ir teniendo la humildad
de reconocer tu actitud y
de cambiarla. Y quizá entonces puedas decirle a tu enemigo “Gracias por
mostrarme esto de mi”. Y entonces, dejaras a tu oponente desarmado y sin más,
incluso podrás apenarlo un poco si es que te ha dicho esto como un agravio. Por
otro lado, si vez que tu oponente no tiene razón en lo que dice, entonces no
tienes porque enfadarte, pues solo nos puede enfadar lo que consideramos una
verdad en nosotros.
5.
Trata de darle a tu oponente
lo que más quieras que te den a ti. Si quieres que el sea amable,
lindo o que te respete, trata de hacerlo tú mismo para con él o ella. Veras
cuán difícil es dar algo cuando no lo sentimos. ¿Y sabes por qué no lo sientes?
Porque tendrás que empezarlo a dar a ti mismo primero, porque si ya lo tuvieras
no lo tendrías que ir a pedir a tu oponente. No generes altas expectativas con las personas, recuerda que cada
quien hace lo que puede, si te estas relacionando con alguien que te agrede es
porque quiza tambien tu necesitas desarrollar mas amor, compasión y comprensión
por los emás.
Sigue estos 5 pasos y veras que poco a poco, a medida que tu te transformas
y aprendes de tu enemigo, este simplemente o, desaparece de tu vida, o se
vuelve una persona más afable en tu vida.
COMO VENCER A UN ENEMIGO SEGÚN EL BUDISMO ZEN
Las filosofías orientales tienen una idea del
combate muy diferente a la que hay en Occidente. Para muchas de esas líneas de pensamiento, vencer a un enemigo no es
anularlo, eliminarlo o destruirlo. Para ellos, ganar equivale a neutralizar a
quien quiere hacernos daño. Y, si es posible, convertirlo en nuestro amigo.
Esta perspectiva puede sonar muy extraña para nuestra cultura. Desafortunadamente, en general se asocia la victoria sobre nuestros contradictores como un triunfo que debe hacernos felices. Esto se debe a que prima la idea de que son más importantes los resultados que los procesos, o más importante la exaltación personal que el crecimiento conjunto.
El problema es que vencer a un enemigo por la vía de anularlo o dañarlo suele ser un triunfo temporal y muy relativo. En el fondo, estamos alimentando a ese enemigo externo y nutriendo la parte más negativa de nosotros mismos. Quizás podemos obtener una satisfacción inmediata o algún bien específico, pero al mismo tiempo habremos fortalecido todas las emociones destructivas en nosotros mismos y en los demás.
Esta perspectiva puede sonar muy extraña para nuestra cultura. Desafortunadamente, en general se asocia la victoria sobre nuestros contradictores como un triunfo que debe hacernos felices. Esto se debe a que prima la idea de que son más importantes los resultados que los procesos, o más importante la exaltación personal que el crecimiento conjunto.
El problema es que vencer a un enemigo por la vía de anularlo o dañarlo suele ser un triunfo temporal y muy relativo. En el fondo, estamos alimentando a ese enemigo externo y nutriendo la parte más negativa de nosotros mismos. Quizás podemos obtener una satisfacción inmediata o algún bien específico, pero al mismo tiempo habremos fortalecido todas las emociones destructivas en nosotros mismos y en los demás.
LAVICTORIA COMPLETA
SE PRODUCE CUANDO EL EJERCITO NO LUCHA, LA CIUDAD NO ES ASEDIADA, LA
DESTRUCCION NO SE PROLONGA DURANTE MUCHO TIEMPO, Y EN CADA CASO EL ENEMIGO ES VENCIDO POR EL EMPLEO
DE LA ESTRATEGIA.
SUN TZU
VENCER A UN ENEMIGO
INTERNO O EXTERNO
Los enemigos pueden
ser externos o internos. El zen nos dice que
los enemigos internos son mucho más peligrosos y destructivos que los enemigos
externos. Tales enemigos internos son la
ira, la soberbia, el odio, etc. Todas esas pasiones son capaces de cegarnos y
llevarnos a cometer verdaderas locuras. Acciones que van totalmente en contra
de nosotros mismos.
Los enemigos externos, en cambio, tienen un poder limitado sobre nosotros… a menos que les otorguemos una presencia desmedida en nuestras vidas. Precisamente ellos comienzan a ganarnos cuando logran activar nuestros enemigos internos. Bajo estados de enojo o de odio perdemos la principal herramienta con la que contamos: nuestra inteligencia.
Los enemigos externos, en cambio, tienen un poder limitado sobre nosotros… a menos que les otorguemos una presencia desmedida en nuestras vidas. Precisamente ellos comienzan a ganarnos cuando logran activar nuestros enemigos internos. Bajo estados de enojo o de odio perdemos la principal herramienta con la que contamos: nuestra inteligencia.
Por lo
tanto, los orientales nos enseñan que no es posible vencer al enemigo externo
sin haber conquistado primero al enemigo interno. Si esto no se logra, quedamos
completamente sujetos a la influencia y la determinación de nuestros
enemigos externos. En pocas palabras, les damos un primer
triunfo.
EL VERDADERO ENEMIGO
La filosofía zen también nos invita a analizar cuál
es el verdadero enemigo. Plantean que este no es realmente esa persona invadida
por la envidia, el egoísmo o la ambición y que quiere hacernos daño. En el
fondo, a lo que nos enfrentamos es a la envidia, al egoísmo, a la ambición o a cualquiera de esos
sentimientos destructivos. Y tales sentimientos y pasiones están dentro del
otro, pero también pueden habitar en nosotros mismos.
En ese sentido, vencer al enemigo es vencer esos sentimientos
y emociones básicas, independientemente de quién sea su portador o
cuáles sean sus intenciones. Para los budistas zen, cada uno de nosotros
contribuye a crear más orden o más caos en el universo, dependiendo de cómo
actuemos.
El conflicto conduce al caos. Y el caos termina, tarde o temprano, afectándonos también a nosotros. Toda acción genera una reacción y las acciones de odio incrementan el odio. El zen llama a conquistar al enemigo, no a vencerlo. El conflicto siempre es innecesario y desgasta demasiado. También trae mayor decadencia al mundo.
El conflicto conduce al caos. Y el caos termina, tarde o temprano, afectándonos también a nosotros. Toda acción genera una reacción y las acciones de odio incrementan el odio. El zen llama a conquistar al enemigo, no a vencerlo. El conflicto siempre es innecesario y desgasta demasiado. También trae mayor decadencia al mundo.
VENCER AL ENEMIGO
Según el zen, todas las acciones dirigidas a vencer al enemigo
deben estar pensadas en pos del objetivo de neutralizarlo. Esto es, bloquear
sus posibilidades de acción. Pongamos un ejemplo. Si una persona hace un
comentario ofensivo y tú no permites que eso te ofenda, has neutralizado a ese
enemigo. Si buscan dañarte y tú interpones a la comprensión delante del rechazo, comenzarás a construir el obstáculo para
bloquearlos.
Esto es imposible de
lograr si antes no hemos trabajado lo suficiente en nosotros mismos. Ese trabajo consiste en tomar cierta
distancia de esas pasiones y sentimientos
negativos. También en llenarnos de compasión
y ser capaces de ver las carencias y las limitaciones de quienes andan por la
vida queriendo hacerle daño a otros.
Así como en el zen, en las artes marciales también vence quien logra evitar el combate. Si las dos partes sacan fruto del enfrentamiento, entonces podremos hablar de victoria. La estrategia se basa en conseguir que el enemigo se dé cuenta de que está gastando sus fuerzas innecesariamente. Que su lucha es inútil porque su odio finalmente no daña al otro, sino que solo le lleva a desperdiciar su energía.
Así como en el zen, en las artes marciales también vence quien logra evitar el combate. Si las dos partes sacan fruto del enfrentamiento, entonces podremos hablar de victoria. La estrategia se basa en conseguir que el enemigo se dé cuenta de que está gastando sus fuerzas innecesariamente. Que su lucha es inútil porque su odio finalmente no daña al otro, sino que solo le lleva a desperdiciar su energía.
CUANDO TU PEOR
ENEMIGO ERES TU MISMO.
En muchas de nuestras experiencias nos hemos sentido maltratados y humillados, algo que creemos haber superado cuando realmente
no es así. Cuando pasa el tiempo, y ese maltrato desaparece, nosotros empezamos
a ejercerlo contra nosotros mismos sin ser conscientes de ello, convirtiéndonos
en nuestro peor enemigo.
Debo ser bueno,
humilde, complaciente; porque creo no valgo nada y no me merezco nada porque considero que es mi deber
aunque nunca lograre dar la talla
Es aquí cuando debemos darnos cuenta de cómo somos
realmente. Personas con una
muy baja autoestima, llenas de inseguridades, de frustraciones, de miedos, de
culpas…
Si te
cuesta muchísimo valorarte, aceptarte y reconocer que eres capaz de lograr y
conseguir todo lo que los demás ya han conseguido y logrado, probablemente
te estés convirtiendo en tu propio enemigo.
PUEDES
ELEGIR SER TU PEOR ENEMIGO O NO
Tú peor enemigo no son los demás, sino que todo está en
tu mente. ¿Cómo puede ser esto posible?
¿Cómo puedo ser yo mi propio enemigo? Todas las críticas que puedas
recibir, las humillaciones, las opiniones, los juicios que realizan sobre ti… Todo
esto, puede ser aceptado por ti o no.
Tu
peor enemigo no son las críticas que recibes sino aquellas que aceptas.
En ti
está ese poder de decisión. ¿De verdad crees que lo mereces? ¿Estás de acuerdo
con lo que dicen los demás? Asumir algo
por el simple hecho de ser aceptado por los demás, te provoca una baja autoestima y que tú seas tu propio enemigo.
Es
cierto que estar rodeado de opiniones diversas te hace dudar de quién eres
realmente. Por eso, es necesario que te apartes de todas estas personas para
poder reflexionar sobre quién eres. Una vez lo sepas, podrás enfrentar todas
esas opiniones y juicios de una forma mucho más segura.
¿Cómo
puedo empezar a dejar de ser mi peor enemigo?
·
Acéptate y
estate seguro de quién realmente eres.
·
Cuestiona todo mensaje negativo que llegue sobre
ti.
·
Aprende a equivocarte.
·
No intentes agradar a todo el mundo.
Es difícil empezar
a dejar de ser tu propio enemigo, pero esto es algo que solo se encuentra en tus
manos. Debes
estar seguro de quién eres y no dejar que las opiniones de los demás
te digan quién debes ser.
Tienes que empezar
a ver las equivocaciones no como un lastre y una vergüenza, sino como algo de
lo que se aprende para ser mejor después.
Todo el mundo se
equivoca, pero eso hace que te sientas humillado. Empieza a
pensar que no hay
aprendizaje sin equivocación. De los errores se aprende más de lo que crees.
Quién soy yo?
Esta es una pregunta muy simple, pero
verdaderamente difícil de contestar. ¿Sabes quién eres realmente? Si es así, ¿por qué te afectan tanto las críticas de los demás?
Debes aprender a no compararte con los demás, a confiar en ti
mismo y no dejarte llevar por lo que los demás puedan decir. Tú eres único,
irrepetible, irreemplazable, con defectos, pero también con habilidades.
Realmente sabes
dónde están tus enemigos? ¿en el mundo que te rodea o dentro de ti? ¿A quien
estas escuchando? ¿a la voz de la obsesión que te habla de fatalidad y fracaso?
¿a la voz quejosa y autoritaria que enjuicia cada paso que das?
Ten confianza, cree en ti mismo y no te permitas ser como los demás
quieren que seas. Ser tú mismo te ayudará a alcanzar la felicidad que todos ansiamos.
Tus decisiones son las que marcarán tu vida a partir de hoy. ¿Quién va a decidir en tu vida? ¿Tú o los demás? Sé un poco egoísta contigo mismo y aléjate del qué dirán. Tu vida es tuya, y tú decidirás cómo vivirla.
Piensa que la confianza que tengas en ti mismo te permitirá avanzar, probar, experimentar. Mientras que si no tienes confianza en ti mismo, las inseguridades aparecerán. Pregúntate hacia dónde estás conduciendo tu vida. ¿Quieres llegar a ser tan perfecto que al final eso acabe contigo? En la perfección no está la respuesta.
Tus decisiones son las que marcarán tu vida a partir de hoy. ¿Quién va a decidir en tu vida? ¿Tú o los demás? Sé un poco egoísta contigo mismo y aléjate del qué dirán. Tu vida es tuya, y tú decidirás cómo vivirla.
Piensa que la confianza que tengas en ti mismo te permitirá avanzar, probar, experimentar. Mientras que si no tienes confianza en ti mismo, las inseguridades aparecerán. Pregúntate hacia dónde estás conduciendo tu vida. ¿Quieres llegar a ser tan perfecto que al final eso acabe contigo? En la perfección no está la respuesta.
Sé natural, intenta progresar, comete errores,
aprende y vive tal y como eres. Libérate
de todo aquello que te dicen, que te bloquea y te paraliza. Sé libre de todo
ello y camina. Nunca te permitas ser tu propio enemigo.
El arte de estar bien con uno mismo no tiene precio
Estar bien con uno mismo no tiene precio. Tal artesanía
psicológica requiere de dos logros: reconciliarnos con el
pasado para apagar ciertas decepciones y dejar de obsesionarnos en el futuro
para calmar ansiedades. Sentirse bien es, por encima de todo, aprender a pensar
de forma adecuada, centrándonos en un presente donde dar forma a una paz
interna que nadie debería perturbar.
Seguramente todos estamos de acuerdo con estas
afirmaciones. Sin embargo ¿por qué nos cuesta tanto hallar este equilibrio
interno donde sentirnos plenos, donde disfrutar de lo que tenemos y de aquello
que nos caracteriza? Lo queramos o
no siempre hay algo que falla, algo que nos chirría y que nos impide
experimentar un bienestar perdurable, ese que no caduca y se mantiene
firme vengan vientos o mareas.
Ser uno mismo en un
mundo que constantemente trata de que no lo
seas, es el mayor de los logros”.
El mundo de la
psicología ha enfocado siempre sus esfuerzos a facilitarnos ese mismo objetivo. Sin embargo, y todo hay que
decirlo, sus inicios fueron algo complejos. Durante mucho tiempo, sus teorías y
estrategias buscaron entender casi en exclusiva el universo más patológico. No
fue hasta finales de los años 70, cuando figuras como Martin Seligman o Aaron T. Beck generaron
un cambio revolucionario a la vez que inspirador.
Martin Seligman, conocido por sus estudios sobre la
depresión y la indefensión aprendida, pensó que era necesario dirigir el campo
de la psicología hacia una nueva vertiente: la felicidad. Aaron T. Beck, por su parte,
pionero en la terapia cognitiva, nos enseñó también algo primordial: para estar bien con uno mismo es necesario un
cierto filtro positivo a la hora de mira hacia fuera… y también hacia dentro.
LA
ACEPTACIÓN, CLAVE DE BIENESTAR PERSONAL
Decía Epicteto en su «Manual para
la vida» que a menudo las personas nos empeñamos en querer que la vida se
ajuste a nuestros deseos. Es un empeño casi infantil, y por imposible capaz de
generar una elevada frustración, de ahí que quien fuera el
estoico más representativo de su época nos recomendara que aprendiéramos,
simplemente, a desear las cosas tal y como son.
El arte de estar bien con uno mismo es por tanto la práctica de la aceptación. Ahora bien, aceptación no es sinónimo de
pasividad ni de resignación. El truco, en realidad, es más fácil de lo que
parece y requiere que invirtamos nuestros esfuerzos en una serie de logros:
·
Acepta
el lado negativo de las cosas tan pronto como sucedan para tener la oportunidad
de tomar el control y generar cambios. Por ejemplo, es esencial
que seamos capaces de percibir rápidamente nuestros pensamientos limitantes y
negativos antes de que estos consigan dominar nuestra mente y nuestros enfoques
por completo.
·
Acepta
lo que eres, acepta tu historia pasada y presente, acepta a esa persona que
cada día se refleja en tu espejo con sus virtudes y sus defectos e intenta
validarte sin necesidad de esperar a que los demás lo hagan por ti.
Estar bien con uno mismo implica saber practicar un tipo de aceptación
donde tenemos un control activo sobre nuestros pensamientos. Puede que lo que nos rodee e incluso las personas
que forman parte de nuestro contexto más próximo no actúen siempre como
deseamos. Sin embargo, nada de eso debe exasperarnos, porque si hay calma en el
interior, si hay amor propio y equilibrio, no hay nube que apague el sol que
llevamos dentro.
ESTAR
BIEN CON UNO MISMO, EL ARTE DE LA APRECIACIÓN PERSONAL
La apreciación personal es un ejercicio tan útil como desconocido. Uno
lo puede descubrir con el tiempo, justo cuando percibe que lleva mucho tiempo
descuidándose y alberga la sensación de que es casi como ese peón en un tablero
de ajedrez, en principio con poco valor y del que nadie se acuerda. Queremos ser
la «Dama», pero para ello es necesario recordar lo que valemos y qué papel
jugamos en la partida de la vida.
Todo ello lo podemos conseguir mediante una
apreciación personal inteligente, es decir sintiéndonos partícipes de cada cosa
que hacemos y satisfechos con cada acto que llevamos a cabo. De este modo,
y si antes hablábamos de tener un mayor control sobre nuestros
pensamientos, ahora es momento de
aprender a valorarnos a través de nuestras dinámicas cotidianas.
Veamos algunos
ejemplos.
·
Estar bien con uno mismo implica ser selectos con
las personas que
elegimos, con aquellas que formarán parte de nuestro viaje.
·
Estar bien con uno mismo significa también tener
sensación de auto-eficacia, apreciarnos a nosotros mismos por nuestros aciertos
y pequeños logros cotidianos.
·
Significa también ser consecuentes con aquello que
decimos y hacemos, con aquello que deseamos y aquello que llevamos a cabo.
Asimismo, tampoco podemos descuidar algo
importante: estar bien con lo que
se es y lo que se tiene se relaciona ante todo con la comodidad. Porque
la sensación de libertad y agilidad que apreciamos en algunas personas, incluso
a trocitos en nosotros mismos, nace de la falta de peso sobre sus espaldas.
Nada es tan satisfactorio como esa sensación, la de saber
que no hay lastres del ayer ni cadenas que otros coloquen a nuestros pies para
entorpecer nuestros movimientos y oportunidad de crecimiento. No descuidemos
por tanto ese arte de estar bien con uno mismo, una práctica
que requiere de gran voluntad y determinación por
nuestra parte.
Ten confianza, cree en ti mismo y no te permitas ser como los demás
quieren que seas. Ser tú mismo te ayudará a alcanzar la felicidad que todos ansiamos.
Tus decisiones son las que marcarán tu vida a
partir de hoy. ¿Quién va a decidir en tu vida? ¿Tú o los demás? Sé un poco
egoísta contigo mismo y aléjate del qué dirán. Tu vida es tuya, y tú decidirás cómo vivirla.
Piensa que la confianza que tengas en ti
mismo te permitirá avanzar, probar, experimentar. Mientras que si no tienes confianza en ti mismo, las
inseguridades aparecerán. Pregúntate hacia dónde estás conduciendo
tu vida. ¿Quieres llegar a ser tan perfecto que al final eso acabe contigo? En
la perfección no
está la respuesta.
Una vez leí una pregunta más o menos infalible para determinar si una
persona está loca. La pregunta era más o menos así: Marco Polo realizó tres
viajes en barco y, en uno de los tres, murió. ¿En cuál de ellos?
Lejos de pruebas un tanto romas para localizar algún problema mental (o una
falta de concentración descomunal), lo cierto es que la definición de locura está en continuo
debate entre los psiquiatras.
Por ejemplo, hasta 1974 la
homosexualidad era considerada un trastorno mental. Después de ese
año, tras superar la votación de los especialistas americanos, miles de
personas dejaron de ser diagnosticados como enfermos de la noche a la mañana.
Aunque las imágenes con resonancia magnética, la genética y la biología
molecular ayudan a los psiquiatras a detectar alteraciones en la forma y en la
función del cerebro a fin de afinar al máximo su diagnóstico, los diagnósticos
difícilmente son concluyentes pues se elaboran partiendo de determinadas
agrupaciones de síntomas.
De esta manera, la línea entre salud y enfermedad sigue siendo difusa.
Algo, por cierto, que interesa a la industria farmacéutica a fin de poder
vender más pastillas para enfermedades que quizá no son tales. Por ejemplo
¿cuándo un niño es hiperactivo y,
en consecuencia, debe medicarse? ¿Y si en muchos casos se trata de una actividad
motriz excesiva que puede calmarse con una buena dosis de deporte? ¿La timidez
es un rasgo del carácter o una patología social?
En 1968 se realizó un curioso experimento sobre la locura que fue publicado
por en la revista Science.
David Rosenhan, de la Universidad de
Stanford, en California, junto a 12 colegas suyos, se disfrazaron de vagabundos
y se presentaron en distintos centros psiquiátricos. Todos ellos contaron una
historia similar: que oían voces “roncas”, “huecas” y “vacías” que no entendían
en absoluto.
Estos signos no se corresponden con los síntomas de ninguna enfermedad
mental. No obstante, los mendigos de mentira fueron internados, y en unas
semanas les dieron el alta, a la mayoría con el diagnóstico de “esquizofrenia
en remisión”.
Pero hay algo más. ¿Recordáis la película de Jack Nicholson El nido del cuco, basada en una
novela de Ken Kesey del
mismo título? Pues pasó algo parecido. Los falsos pacientes fueron atiborrados
a pastillas durante esas semanas de internamiento. En total: 2.100 comprimidos de los preparados más
diversos.
Con todo, lo más esclarecedor fue la segunda parte del experimento.
Enviaron a 193 enfermos mentales auténticos. El 10 % fue expulsado del centro
bajo el pretexto de que estaban más sanos que una manzana.
SÍNTOMAS
·
Sentimientos de tristeza o desánimo.
·
Pensamientos confusos o capacidad reducida de concentración.
·
Preocupaciones o miedos excesivos o sentimientos intensos de culpa.
·
Altibajos y cambios radicales de humor.
·
Alejamiento de las amistades y de las actividades.
·
Cansancio importante, baja energía y problemas de sueño.
--------------------------
¿QUIÉN ESTÁ CUERDO Y QUIÉN LOCO?
David Rosenhan
Cuando una persona tiene, por ejemplo, un
brazo roto o un apendicitis, solemos afirmar que está enfermo. Y no pasa nada:
la persona sigue siendo la misma hasta que finalmente se cura y nos olvidamos
de la enfermedad. ¿Pasa lo mismo con las enfermedades mentales? Por ejemplo, si
a alguien se le diagnostica una esquizofrenia, una vez que ha pasado, ¿está
totalmente curado? ¿O queda algo? ¿Cómo se sabe una cosa así? Es más: ¿somos
capaces de distinguir una persona normal (si es que ese concepto existe) de una
persona con una enfermedad mental? Bien, si nosotros no, nos ponemos en manos
de los especialistas: ¿saben ellos? ¿seguro? Bien, esa es la
pregunta que se hizo David Rosenhan allá por el año 1972. Así que se le ocurrió
una idea. Propuso a una serie de amigos así como él mismo, ir cada uno de ellos
a diferentes centros psiquiátricos diciendo que oía voces. Dichas personas, los
pseudopacientes, eran un estudiante de psicología de alrededor de veinte años,
tres psicólogos, un pediatra, un psiquiatra, un pintor y una ama de casa.
Ninguno de ellos había tenido antecedentes de enfermedad mental. En total
hicieron la prueba con diferentes hospitales, un total de doce, con mejor y
peor fama, públicos y privados y de diferentes estados en EEUU.
Tenían que decir que oían voces, en que oían las palabras
"vacío", "hueco" y "apagado". Una vez ingresados
tenían que comportarse de forma totalmente normal. No se tragarían las
pastillas que les dieran, sino hacerlo ver para luego tirarlas. La cuestión era
si el personal médico se daría cuenta de que no tenían realmente nada.
Pues bien, los pseudopacientes estuvieron internados una media de 19 días, 7 el que menos y 52 el
que más. Al recibir el alta, los médicos dejaron bien claro que los
síntomas estaban en remisión y que no estaban completamente curados.
Curiosamente, los que sí se dieron cuenta fueron algunos enfermos que les
decían cosas como: "Tú no estás loco: debes ser un maestro o un periodista
que está estudiando este hospital".
Rosenhan publicó un artículo en la revista Science donde explicaba los
pormenores del experimento. El título de aquella publicación es On
Being Sane in Insane Places (Estar cuerdo en sitios de locos). Contrariamente
a lo esperado, se ganó el desprecio de muchos psiquiatras.
Más aún, un hospital negó la validez del experimento y lanzaron un reto a
Rosenhan: que enviara a todos los pseudopacientes que quisiera, asegurandole
que los detectarían. Nuestro hombre aceptó el desafío. Al cabo de tres meses,
un total de 193 personas fueron al hospital a ingresar en dicho hospital. Toda
la plantilla: enfermeras, psicólogos, médicos... Todos estuvieron bien atentos.
Finalmente dijeron, con orgullo que habían reconocido a 41 impostores. Parecía que Rosenhan
iba equivocado. Pero no era así. De hecho, no había enviado a nadie. Vamos, que
41 personas que podían tener algún problema y quizás grave fueron enviados a
casa calificándolos de impostores.
Entonces, vista esta experiencia, ¿cuando se considera que una persona es
cuerda o no? ¿Es acaso loca una
persona simplemente por haber estado en una institución mental?
Da para pensar.
Y la solución a este problema no es sencilla, pues a este experiencia le
podemos sacar un poco más de jugo y tiene relación con los errores
de tipo 1 y 2.
Lo que había sucedido la primera vez, es un error de tipo 1, que es el
sesgo de los especialistas a tomas por enferma una persona sana o un falso
positivo. Sin embargo, en la segunda parte, los especialistas habían cometido
un error del tipo 2, que es un falso negativo. Pero si nos ponen a preferir
cuál de los errores es mejor cometer, entonces es mejor errar por el lado de la precaución, a sospechar de la
enfermedad, incluso entre los sanos.
Otra cosa es que deberían planteárselo y aceptar que pueden equivocarse...
y cambiar de opinión.
Cuando una persona tiene, por ejemplo, un
brazo roto o un apendicitis, solemos afirmar que está enfermo. Y no pasa nada:
la persona sigue siendo la misma hasta que finalmente se cura y nos olvidamos
de la enfermedad. ¿Pasa lo mismo con las enfermedades mentales? Por ejemplo, si
a alguien se le diagnostica una esquizofrenia, una vez que ha pasado, ¿está
totalmente curado? ¿O queda algo? ¿Cómo se sabe una cosa así? Es más: ¿somos
capaces de distinguir una persona normal (si es que ese concepto existe) de una
persona con una enfermedad mental? Bien, si nosotros no, nos ponemos en manos
de los especialistas: ¿saben ellos? ¿seguro? Bien, esa es la
pregunta que se hizo David Rosenhan allá por el año 1972. Así que se le ocurrió
una idea. Propuso a una serie de amigos así como él mismo, ir cada uno de ellos
a diferentes centros psiquiátricos diciendo que oía voces. Dichas personas, los
pseudopacientes, eran un estudiante de psicología de alrededor de veinte años,
tres psicólogos, un pediatra, un psiquiatra, un pintor y una ama de casa.
Ninguno de ellos había tenido antecedentes de enfermedad mental. En total
hicieron la prueba con diferentes hospitales, un total de doce, con mejor y
peor fama, públicos y privados y de diferentes estados en EEUU.
Tenían que decir que oían voces, en que oían las palabras
"vacío", "hueco" y "apagado". Una vez ingresados
tenían que comportarse de forma totalmente normal. No se tragarían las
pastillas que les dieran, sino hacerlo ver para luego tirarlas. La cuestión era
si el personal médico se daría cuenta de que no tenían realmente nada.
Pues bien, los pseudopacientes estuvieron internados una media de 19 días, 7 el que menos y 52 el
que más. Al recibir el alta, los médicos dejaron bien claro que los
síntomas estaban en remisión y que no estaban completamente curados.
Curiosamente, los que sí se dieron cuenta fueron algunos enfermos que les
decían cosas como: "Tú no estás loco: debes ser un maestro o un periodista
que está estudiando este hospital".
Rosenhan publicó un artículo en la revista Science donde explicaba los
pormenores del experimento. El título de aquella publicación es On
Being Sane in Insane Places (Estar cuerdo en sitios de locos). Contrariamente
a lo esperado, se ganó el desprecio de muchos psiquiatras.
Más aún, un hospital negó la validez del experimento y lanzaron un reto a
Rosenhan: que enviara a todos los pseudopacientes que quisiera, asegurandole
que los detectarían. Nuestro hombre aceptó el desafío. Al cabo de tres meses,
un total de 193 personas fueron al hospital a ingresar en dicho hospital. Toda
la plantilla: enfermeras, psicólogos, médicos... Todos estuvieron bien atentos.
Finalmente dijeron, con orgullo que habían reconocido a 41 impostores. Parecía que Rosenhan
iba equivocado. Pero no era así. De hecho, no había enviado a nadie. Vamos, que
41 personas que podían tener algún problema y quizás grave fueron enviados a
casa calificándolos de impostores.
Entonces, vista esta experiencia, ¿cuando se considera que una persona es
cuerda o no? ¿Es acaso loca una
persona simplemente por haber estado en una institución mental?
Da para pensar.
Y la solución a este problema no es sencilla, pues a este experiencia le
podemos sacar un poco más de jugo y tiene relación con los errores
de tipo 1 y 2.
Lo que había sucedido la primera vez, es un error de tipo 1, que es el
sesgo de los especialistas a tomas por enferma una persona sana o un falso
positivo. Sin embargo, en la segunda parte, los especialistas habían cometido
un error del tipo 2, que es un falso negativo. Pero si nos ponen a preferir
cuál de los errores es mejor cometer, entonces es mejor errar por el lado de la precaución, a sospechar de la
enfermedad, incluso entre los sanos.
Otra cosa es que deberían planteárselo y aceptar que pueden equivocarse...
y cambiar de opinión.
CÓMO EL MÉDICO PUEDE ENFERMARNOS O CURARNOS SÓLO
CON SU ACTITUD
Una de las razones por las cuales se recurre
a rigurosos ensayos clínicos para certificar la efectividad de un fármaco es
que, en el proceso de la curación, intervienen muchos elementos que pueden desvirtuar el resultado.
Por ejemplo, el efecto placebo: si el paciente tiene confianza en el fármaco,
porcentualmente se curará más fácilmente.
También importa el color del fármaco, el
tamaño, la marca, el precio que pagamos por ello… Por otro lado están las
regresiones espontáneas de la enfermedad (nos curamos sin saber la razón, sin
intervención médica).
E incluso el trato que
nos dispense el médico puede ser importante en el resultado de una tratamiento. Y ni siquiera
hace falta que el médico nos diga algo: basta con sus gestos, el énfasis en
cómo nos comunica las cosas, los movimientos de cejas, las risas nerviosas,
etc.
Esto lo expuso R. H. Gracely por
allá 1985 en un artículo publicado en The Lancet. El experimento es ingenioso, aunque un
poco difícil de entender si no se lee con atención.
Se cogió a un grupo de pacientes a los que se
le iba a extraer una muela del juicio y se dividió aleatoriamente en tres
grupos. El
primer grupo recibió agua salina (un placebo). El segundo
grupo recibió fentanilo (un analgésico opiáceo
muy eficaz). El tercer grupo recibió naloxona, un fármaco
bloqueador de los receptores opioides, es decir, que incrementaba el dolor.
Lo lógico sería pensar que el primer grupo
notaría dolor. El segundo grupo no notaría casi dolor. Y el tercer grupo se
retorcería aullando de dolor.
Pero las cosas no fueron así. Ninguno de los pacientes
sabían qué clase de sustancia les habían suministrado, así que sólo podían
basarse en la actitud que el médico tenía que con ellos (que
sí sabía lo que estaba suministrando).
Ahora viene lo complicado: los tres grupos de
pacientes fueron subdivididos a su vez en dos mitades. En la
primera mitad, el médico sí que era informado de lo que
estaba administrando al paciente. Pero en la segunda mitad, el médico NO sabía lo que suministraba. La
segunda mitad de los doctores, pues, sabía que existía la posibilidad de estar
administrando algo que redujera el dolor, pero no lo sabían a ciencia cierta.
Ahora se complica todavía más la cosa:
A los médicos del segundo subgrupo, se les
mintió: se les dijo que estaban administrando o bien placebo, o bien naloxona,
dos sustancia que podían no hacer nada, o podían contribuir a acentuar el
dolor. Ahora bien, sin que estos facultativos lo supieran, lo cierto es que
algunos de sus pacientes recibían realmente fentanilo, el analgésico. Como ya
se imaginarán a estas alturas, el simple hecho de manipular lo que los doctores
“creían” a propósito de aquellas inyecciones (y aun cuando tuvieran prohibido
verbalizar sus creencias ante sus pacientes) contribuyó a que se apreciara una
diferencia de resultados entre los dos subgrupos: los pacientes del primero
experimentaron unos niveles generales de dolor significativamente menores. Tal
diferencia no tuvo nada que ver con los medicamentos reales que se
administraron ni (tan siquiera) con la información que los pacientes conocían al
respecto: todo dependió de lo que los médicos sabían.
¿Quizá en la
facultad de medicina deberían impartirse también clases de arte
dramático? ¿El Oscar será condición sine qua non para aprobar el
MIR? ¿Los doctores más histriónicos no necesitarán siquiera contar con
medicinas para curar a sus enfermos?
Vía | Mala
ciencia Ben Goldacre
¿TODOS ESTAMOS LOCOS?
Cada vez se diagnostican más enfermedades
psiquiátricas, y cada vez parece que estemos más locos.
Por ejemplo, en la primera edición del Diagnostics and Statistica Manual (DSM), del año 1952, editado por la American Psychiatric
Association, se listaba 100 categorías de enfermedad mental.
En el año 2000, se listaban 300
En la nueva edición del año 2012, probablemente se incluyan nuevas discapacidades para
los trastornos del comportamiento sexual, y la adicción a los videojuegos.
El National Institute of Mental Health (NIMH) informa que
más de una cuarta parte de los
adultos padecen un trastorno mental diagnosticable en algún momento determinado
de su vida.
Las investigaciones aparecidas en la publicación Archives of General Psychiatry señalan
que aproximadamente la mitad de
todos los americanos sufrirán una enfermedad mental durante sus
vidas.
Gary
Marcus explica
razona en su libro Kluge que,
sencillamente, nuestro cerebro funciona de una forma mucho más chapucera de lo
que creíamos, tal y como os expliqué en aquí.
Estos datos tienen, naturalmente, dos lecturas. La primera, que cada vez estamos peor
de la mollera. La segunda,
que cada vez disponemos de mejores herramientas de diagnóstico psiquiátrico
(aunque aquí hay que hay añadir una
sublectura: que tal vez estamos exagerando un poco y empezando a
categorizar como enfermedad mental lo que en realidad no lo es).
Abunda en ello Thomas Armstrong, autor del libro El poder de la neurodiversidad:
¿Cómo hemos
llegado a esto? Ciertamente, una razón tiene que ver con el tremendo salto en
el conocimiento sobre el cerebro humano que ha tenido lugar en las últimas
décadas. Cada año surgen cientos, si no miles, de estudios que nos ofrecen cada
vez más información acerca de cómo opera el cerebro humano. Esta información
revoluciona nuestra comprensión de nuestro funcionamiento mental, y eso es algo
bueno. Pero también es responsable de que nos hayamos convertido en una cultura
de la discapacidad. (…) La financiación para la investigación cerebral se
destina a la rueda que chirría, es decir, hay muchos estudios consagrados a
estudiar lo que anda mal en el hemisferio izquierdo de los cerebros disléxicos,
sin embargo, se lleva a cabo muy poca investigación centrada en el área del
hemisferio derecho, que procesa las asociaciones libres de palabras y que
podría ser la fuente de la inspiración poética.
Esta
tendencia queda experimentalmente reflejada en un estudio de 1968 publicado en
la revista Science, en el que un grupo de personas se hicieron
pasar por locas, aunque sus síntomas no se correspondían con ninguna enfermedad
mental específica. Sin embargo, fueron internados en distintos centros
psiquiátricos. Podéis leer toda la historia en ¿Cómo saber si estás loco?
¡ESTOY RODEADO DE LOCOS!
Suele ser propio de personalidades egocéntricas el considerar al resto de
los mortales como tontos, raros o locos. A pesar de eso, lo confieso: a veces creo que a mi alrededor hay
gente que está loca. Pero loca de verdad. No loca en plan “ay, qué
locos”, sino clínicamente locos, con problemas mentales graves. A veces creo
que estoy en un manicomio o en una orgía de borrachos en la que yo soy el único
abstemio.
Esta sensación no es tan extraña si tenemos en cuenta que nuestros cerebros
tienden a los errores más frecuentemente de lo que creemos. Desde la
esquizofrenia hasta el trastorno obsesivo-compulsivo, pasando por el trastorno
bipolar (también estado maníaco-depresivo), nada ilustra más
elocuentemente la vulnerabilidad
de la mente humana que nuestra susceptibilidad a los trastornos mentales
crónicos y graves.
Algunos estudios arrojan cifras demoledoras: es posible que una cuarta parte de todos los seres humanos
estén padeciendo algún trastorno clínico. Y en el transcurso de la vida,
casi la mitad de la población se enfrentará a brotes de una enfermedad mental u
otra.
Así que no es de extrañar que nos crucemos con alguien que sufre problemas
mentales en nuestro día a día y que todavía no esté diagnosticado (ni lo esté
nunca). De hecho, es muy probable que muchos de los comentarios de Genciencia
estén escritos por gente
desequilibrada en uno u otro grado. Incluso es posible que yo mismo esté
ahora pasando por algún desequilibrio que pueda leerse entre líneas.
Empecemos por un hecho muy conocido pero quizá no del todo valorado. En
general, los trastornos mentales no son anomalías aleatorias sin precedentes,
propias exclusivamente de los individuos que las padecen. Más bien se componen
de grupos de síntomas recurrentes.
Todos estos fallos del cerebro están bien documentados y clasificados en
el DSM-IV (abreviatura
de Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición; se prevé una
quinta edición para 2011).
Desde luego, los síntomas varían de un individuo a otro, tanto en
gravedad como en cantidad. Del mismo modo que dos resfriados no son exactamente
iguales, dos personas a las que se diagnostica una enfermedad mental
determinada no la experimentan exactamente de la misma manera. Algunas personas
con depresión, por ejemplo, son disfuncionales, y otras no. Algunas personas
con esquizofrenia oyen voces, y otras no.
Además, el diagnóstico no es una ciencia exacta, como bien demuestra aquel
experimento que os referí sobre gente que fingía estar loca… acabaron todos en el manicomio,
considerados locos de verdad. También hay unos cuantos trastornos (como el
síndrome de personalidad múltiple) cuya misma existencia es controvertida.
Y además hay algunas “dolencias” que antes se consideraban trastornos y
ahora, afortunadamente, ya no, como
la homosexualidad, retirada del DSM-III en 1973, o la
incapacidad para alcanzar el orgasmo vaginal, el trastorno de la masturbación
infantil o la drapetomanía, es decir, el inexplicable deseo de fugarse de algunos
esclavos… sí, manías raras de algunos.
Los trastornos mentales tienen un origen ambiental, pero también biológico,
incluso inherente del funcionamiento del cerebro, así que no importa que
visitemos una aldea perdida en el bosque o una gran ciudad: los trastornos
mentales existen, por lo que sabemos, desde que existen los seres humanos.
Existe una gran regularidad en la formas en que la mente humana se
viene abajo, y ciertos síntomas, como la disforia (tristeza), la ansiedad, el
pánico, la paranoia, los delirios, las obsesiones y la agresividad
descontrolada, reaparecen una y otra vez.
Al menos, como consuelo, podemos recurrir a una de mis frases favoritas,
de Carlo Dossi: Los locos abren los caminos que más tarde
seguirán los sabios.
Vía | Kluge de Gary
Marcus
LAS 10 ENFERMEDADES MÁS
FRECUENTES QUE LA CIENCIA TODAVÍA NO PUEDE CURAR
1.Cáncer
Es una de las enfermedades más comunes y peligrosas de nuestros tiempos. Es
el crecimiento anormal de células malignas en el organismo. Se cree que 1 de 3 personas es susceptible de
padecerla. De acuerdo con la Sociedad Americana del Cáncer, 7,6 millones
de personas murieron de cáncer en el mundo durante 2007. A veces, dada la incapacidad actual de la ciencia para
curar los tipos de cáncer más agresivos en estados avanzados de evolución,
es preferible renunciar al tratamiento curativo y aplicar un tratamiento
paliativo que proporcione el menor grado posible de malestar y conduzca a una
muerte digna.
A partir de la década de 1990 y con las técnicas terapéuticas
disponibles, el cáncer es curable
en aproximadamente el 50% de los pacientes diagnosticados.
2. Alzheimer
Enfermedad neurodegenerativa de causas
desconocidas. Es una de las más
difíciles de tratar y afrontar. Provoca deterioro cognitivo, trastornos
en la conducta y pérdida de la memoria. El día internacional del
Alzheimer se celebra el 21 de
septiembre, fecha elegida por la OMS y la Federación
internacional de Alzheimer, en la cual se celebran en diversos países
actividades para concienciar y ayudar a prevenir la enfermedad.
Hay diferencias de incidencia dependiendo del sexo, ya que se aprecia un
riesgo mayor de padecer la enfermedad en las mujeres, en concreto entre la población mayor de 85
años. Para el año 2010 la Alzheimer’s
Disease International ha estimado una prevalencia de demencia del
4,7% a nivel mundial para personas con 60 años o más, representando cifras al
alza respecto a varios estudios publicados con anterioridad (10% superiores a
las estimadas para The Lancet en
2005).
Se ha probado la eficacia de fármacos
anticolinesterásicos que tienen una acción inhibidora de la
colinesterasa, la enzima encargada de descomponer la acetilcolina
(neurotransmisor que falta en la enfermedad de Alzheimer y que incide
sustancialmente en la memoria y otras funciones cognitivas).
3. SIDA
Fue la enfermedad del siglo XX. Causada por el virus de inmunodeficiencia
humana (VIH), es una enfermedad infecciosa de consecuencias graves.
Se han logrado grandes avances en la medicina pero aún no se conoce la cura. Al
menos sí que se ha conseguido que la enfermedad sea crónica. Las probabilidades
de una cura son ciertamente remotas, así que los esfuerzos de la investigación
actual se centran más en conseguir algún tipo de vacuna que evite nuevos contagios.
4. Lupus
El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad
autoinmune. Es impredecible y puede provocar artritis, anemia, erupciones
cutáneas, etc. Además, ataca órganos internos específicos como el riñón, los
pulmones o hasta el corazón.
El lupus se presenta más comúnmente en asiáticos y
africanos y es 9 veces más
frecuente en las mujeres que en los hombres.Las primeras manifestaciones
de la enfermedad se observan frecuentemente entre los 15 y 44 años de edad.
Aunque hasta el momento no hay una cura, los síntomas se tratan principalmente
con dosis bajas de corticosteroides, inmunosupresores y antipalúdicos como la
hidroxicloroquina.
5.Diabetes
Generada por un desorden metabólico por el cual la persona
tiene demasiada azúcar en la sangre y no produce suficiente insulina. Un
segundo tipo se da porque el organismo ofrece resistencia a la insulina
producida. La diabetes mellitus no es una patología única sino un síndrome, por
lo cual esta denominación incluye hoy en día a su vez, a varios tipos de
afecciones diferentes pero con una característica común: la hiperglucemia y sus
consecuencias.
Para el año 2000, se estimó que alrededor de 171 millones de personas eran diabéticas en
el mundo y que llegarán a 370 millones en 2030. Este padecimiento
causa diversas complicaciones, dañando frecuentemente a ojos, riñones, nervios
y vasos sanguíneos.
El Día Mundial de la Diabetes se conmemora el 14 de
noviembre.
La diabetes mellitus era ya conocida antes de la era
cristiana. En el papiro de Ebers descubierto
en Egipto y que data al siglo XV a. C., ya se describen síntomas que parecen
corresponder a la diabetes. Fue Areteo
de Capadocia quien, en el siglo II de la era cristiana, le otorgó a
esta afección el nombre de diabetes, que significa en griego correr a través,
refiriéndose al signo más llamativo que es la eliminación exagerada de agua por
el riñón, expresando que el agua entraba y salía del organismo del diabético
sin fijarse en él.
6.
Ébola
Fiebre hemorrágica transmitida de los primates a los
humanos que puede ser mortal. Es originaria de África y tiene una tasa de mortalidad de entre 50 y
90% de los casos. En un lapso de una semana, una erupción,
frecuentemente hemorrágica, aparece en todo el cuerpo. Las hemorragias se
presentan generalmente desde el tubo gastrointestinal, haciendo que el
infectado sangre tanto por la boca como por el recto.
El virus está vivo en África. En el año 1976 murieron alrededor del 85% de
los infectados.
El virus del Ébola no tiene
cura y ningún tratamiento específico. El tratamiento que se utiliza en
la actualidad es mantener la vida de la persona mediante métodos de
resucitación (respiración artificial, evitando el RCP pues el virus
es contagioso por la saliva) y controlar las hemorragias en la medida de lo
posible. En cuanto a una vacuna, se realizan investigaciones, pero éstas se
complican porque aún no se conocen todas las proteínas del virus y porque
hay sólo cuatro laboratorios
equipados para trabajar con un virus como éste.
7.
Asma
Enfermedad crónica que puede avanzar en etapas graves. Se
produce en los pulmones e inflama las vías respiratorias. Si no se lleva un tratamiento adecuado puede
llegar a ser mortal. Aunque se conoce que el asma es una condición
causada por una inflamación crónica de las vías aereas, los componentes
precisos de esta inflamación están todavía por dilucidar y sus causas son
inciertas.
En los últimos veinte años se ha registrado un aumento en su incidencia
debido en parte a la contaminación
ambiental y las consecuencias de ésta, y en parte al aumento de la
población mundial. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud reportó que
un 8% de la población suiza padecía de asma, comparado con solo 2% hace 25-30
años atrás.
8.
Poliomielitis
Enfermedad viral que ataca al sistema nervioso y puede
llegar a causar parálisis total o parcial. Afecta principalmente a los niños de entre 5 y 10 años.
La enfermedad fue descrita por primera vez por el alemán Jakob Heine en 1840.
La Organización Mundial de la Salud declara que una zona está libre de una
enfermedad cuando transcurren tres
años sin que se dé ningún caso. En 1994, la OMS consideró a la
Región de América (36 países) libre de polio, en el año 2000 lo hizo con la
Región del Pacífico (37 países, incluyendo China). En 2002 se declaró a
la Región Europea.
La OMS ha declarado que sólo quedan cuatro países en el mundo en que la enfermedad sigue siendo
endémica: Nigeria, India, Pakistán y Afganistán. Si se consigue será la tercera
enfermedad infecciosa eliminada de la faz de la Tierra. La primera fue la
viruela, y la segunda la peste bovina.
9. Gripe
Es muy común y probablemente todos la
sufrimos en algún momento. La causa un virus que afecta a las vías
respiratorias y que siempre está mutando, lo que hace que solo lo controlemos
por un determinado tiempo. Hay tratamientos disponibles que se centran en
aliviar los síntomas, y también en ayudar al cuerpo a desarrollar sus defensas.
La gripe alcanza sus picos de mayor prevalencia durante
el invierno, y debido a que el hemisferio norte y el hemisferio sur atraviesan
esta estación en diferentes momentos existen, de hecho, dos temporadas de gripe
cada año: de octubre a abril en el hemisferio norte y de mayo a septiembre en
el hemisferio sur. No se sabe la
razón exacta de que la gripe aparezca en esas épocas, pero se supone que
la razón es que, debido al frío, la gente suele encerrarse en lugares más
cerrados y el contacto interpersonal se hace más estrecho.
10.Resfriado común
Es la
enfermedad más común. Después del resfriado, el enfermo desarrolla una
inmunidad al virus. Sin embargo, debido al gran número de virus que existen,
podemos enfermarnos nuevamente. El resfriado común está causado por numerosos virus (principalmente rinovirus,
coronavirus y también ciertos ecovirus y coxsackievirus) que
infectan el sistema respiratorio superior.
En contra de la creencia popular, la vitamina C no reduce ni previene los
síntomas de la enfermedad.
El hábito de fumar extiende la
duración de la enfermedad aproximadamente tres días de promedio. El
dormir menos de siete horas diarias se ha asociado con un riesgo tres veces
mayor de desarrollar una infección cuando tal sujeto está expuesto a un
rinovirus, en comparación con los que duermen más de ocho horas por noche.
LO QUE NOS ENSEÑAN LOS LOCOS
Delimitar qué significa estar loco, e incluso localizar
quién está loco, es un problema
peliagudo en algunas áreas, como ya os explicaba en ¿Todos
estamos locos? Por si esto fuera poco, el trastorno mental en
ocasiones confiere a su poseedor extraordinarias ventajas que acaso pueden
beneficiar al mundo.
“Los locos abren los caminos que más tarde seguirán los
sabios”, decía Carlo Dossi.
Y el filósofo Aristóteles fue
más tajante hace más de dos mil años: “Nunca hubo un genio sin un dejo de
locura”.
Desde los autistas que pueden contar las cerillas que se
caen de una caja en un segundo, tal y como explicaba Oliver Sacks en su libro El
hombre que confundió a su mujer con un sombrero (habilidad que vimos
reflejada de algún modo en la película Rain Man), hasta la
esquizofrenia del protagonista de la película Una mente maravillosa, John Nash.
¿Qué dice
la ciencia al respecto?
Algunos estudios científicos han sugerido vínculos entre trastornos mentales y
genialidad. Por ejemplo, el gen llamado neuregulin 1, una variante que previamente se relacionó con la
psicosis así como con la mala memoria y la susceptibilidad a las críticas.
En un experimento llevado a cabo por Szabolcs Kéri, investigador de la Universidad Semmelweis de
Budapest, sugiere que la gente con dos copias de una variante particular de una
sola letra del ADN, la del gen antes mencionado, se asocia tanto a la esquizofrenia como a la creatividad.
Los que tienen una copia también tienden a ser más creativos, en general, que
los que no la tienen.
También la depresión parece incrementar nuestra memoria y nuestra capacidad
de resolver problemas, según un experimento de Joe Forgas, profesor de psicología de la Universidad de Nueva
Gales del Sur, que consistió en situar diversos objetos junto al mostrador de
la caja de una pequeña papelería de Sidney. Tal y como explica Kevin Dutton en su libro La sabiduría de los psicópatas:
A medida que salían los clientes, Forgas comprobaba su memoria
pidiéndoles que recordaran la mayor cantidad de artículos que pudieran. Pero
había un truco. Algunos días el tiempo era lluvioso, y Forgas difundía el
Réquiem de Verdi por los altavoces de la tienda. Otros días hacía sol, y los
clientes oían Gilbert y Sullivan a todo volumen. El resultado no pudo estar más
claro. Los clientes que estaba de “humor melancólico” recordaban casi cuatro
veces más objetos que los otros. La lluvia les ponía tristes, y su tristeza les
hacía prestar más atención. ¿Moraleja de la historia? Cuando hace buen tiempo,
procure comprobar bien el cambio.
De igual forma, los rasgos psicopáticos mal enfocados dan lugar a
personajes como Aníbal Lecter o Al Bundy, además de otros destripadores,
apuñaladores y estranguladores. Pero si se reconducen para cosas útiles, los rasgos psicopáticos producen héroes de
gran fortaleza mental.
La psicopatía realmente es como un coche deportivo muy potente. Es una
espada de doble filo, que sin duda corta por ambos lados.
A diferencia de los Puntos
Negros, que son
como psychokillers que
no desaparecen, los "psychokillers" humanos pueden resultar, al
menos, productivos.
UN EXTRAÑO EN TU HOGAR
Vivir con alguien que sufre algún tipo de trastorno mental es difícil. Ver
como nuestro familiar, antes sano, tiene ahora dificultades para recordar cosas
sencillas, no gusta a nadie.
El alzheimer es posiblemente una
de las enfermedades más conocidas, pero hay otros trastornos menos frecuentes,
que pueden llegar a sorprender al familiar que se encuentre con los síntomas
sin conocer su origen.
Y dentro de estos, hay un grupo que tiene como punto común unos síntomas
curiosos: el paciente cree que en
su casa están viviendo extraños, ya sea de una forma oculta, o suplantando a
alguno de sus antiguos familiares. Veamos tres de ellos.
El primero es el Síndrome o Mal
de Capgras, donde el paciente cree que una persona allegada ha sido
suplantada por un doble idéntico. Pensará que es el único que se ha percatado
del problema (ya que nadie le dará la razón), y tratará de impostor al
"extraño".
Este mal es debido a un problema de conexión entre el reconocimiento visual
y la memoria afectiva. Por ejemplo, si el enfermo cree que su tía es una doble,
será porque la verá, la identificará como su tía, pero en cambio no tendrá los
recuerdos que conllevan la parte emocional de una relación.
En el siguiente vídeo se puede ver de una forma clara de qué trata el
problema. La primera parte es una situación ficticia, seguida de la explicación
teórica.
Otro trastorno de síntomas parecidos es el Síndrome de Frégoli. En este caso, el paciente pensará que de
alguna forma, un familiar o persona cercana es alguien distinto, aunque también
allegado.
Es decir, que un enfermo con este síndrome podría suponer que su primo es
en realidad un hermano que murió y ha ocupado su cuerpo.
Y por último tenemos el Síndrome
del Huésped Fantasma. La persona que sufra este trastorno, pensará que
su casa está ocupada por alguien que de alguna forma, consigue ocultarse para
no dejarse ver.
Aún así, el enfermo tendrá la idea delirante de que detecta a su curioso
ocupante, ya sea viendo su reflejo en un espejo, escuchando el televisor
encendido...
Curiosas enfermedades que poco a poco, y gracias a los avances en
neurociencia, van teniendo respuestas.
(Gracias a Eduardo González por escribirnos
sobre el síndrome de Capgras) Más información | Mal de Capgras (en inglés) Más
información | Síndrome de Frégoli
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Espero que hayan disfrutado de su Contenido, hasta pronto…
extractadas de Internet, principalmente de Google,
EL COLOMBIANO, EL TIEMPO, EL ESPECTADOR,
EL CAMPANARIO, EL OBSERVATORE
ROMANO,
EL REVERBERO DE JUAN PAZ, CLARIN desde Argentina,
vía email.
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en: http://ojoavizormagazin.blogspot.com.co Además, los artículos y opiniones que se publican en cada edición, es de responsabilidad exclusiva de cada articulista y en ninguna forma comprometen el pensamiento editorial
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INTERÉS SEAN RESALTADOS EN NUESTRA REVISTA, RECONOCIENDO
QUIEN ES EL AUTOR DEL MISMO Y QUE AMERITE QUE SEAN RECONOCIDOS.
Buenos días! en mañana de sábado me tomé la revista como aperitivo, me pareció muy buena, temas interesantes para tratar en esta pandemia, el estado mental y sus altibajos, como para no desechar síntomas y alertarnos, todos los estudios que menciona el tema sin excelentes, y hay que abordarlos con seriedad. me encanto los tip de cocina! ya probe algunos! muchas gracias por el envío’ felicitaciones!
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